Desde que entré en esa extraña apertura dimensional, mi vida ha pasado de ser absurda a ser surrealista. Estoy tratando de adaptarme, pero me cuesta mucho conseguir pasar desapercibido, ya que las diferencias fisiológicas con los habitantes de aquí, me delatan por mucho que intente camuflarme.
Cuando llegué, me rodeó una multitud de
humanoides bajitos y jorobados cantando algo parecido a una balada
heavy. Más tarde supe que es la forma que tiene esta gente de gritar de
pánico. A los pocos minutos, apareció un tipo cabezón montado en una
especie de cabra verde que me llevó, de muy malas maneras hasta lo alto
de una extraña estructura parecida a una pagoda. No entendía nada de lo
que me decían, hasta que con el tiempo me di cuenta de que en realidad
hablaban un perfecto castellano, y además, muy educado, incluso diría
que un poco repipi y apijado, pero lo hablaban al revés. Uno no piensa
que sea capaz de entender a alguien pronunciando las palabras al revés
hasta que se ve en la obligación de vivir con ello, de modo que a los
pocos días de tenerme retenido en ese lugar, conseguí hablar las
primeras palabras en loñapse, (así llamaban a su idioma), y poco a poco
me fui ganando sus simpatías.
Por lo visto, lo de que
la gente cayera de otra dimensión en su mundo, no era algo tan extraño,
ya les venía pasando de vez en cuando, así que me asignaron a un
asistonto social que se encargaría de mi caso. Fue muy amable, se
llamaba OttO Nosnoj, y si tengo que describirlo, era un ser de un metro y
treinta ceintimetros, (alto, para su especie), calvito, de piel
suavemente púrpura, nariz prominente pero perfectamente normal, ojos
pequeños cubiertos de unos peculiares anteojos mecánicos, y una sonrisa
bobalicona enternecedora. Tenía, como todos los demás, una incipiente
joroba, y caminaba semi agachado y dando saltitos de vez en cuando.
Vestía elegantemente, o eso deduje, porqué no todo el mundo llevaba su
tipo de ropa, y me dio unos cuantos consejos para adaptarme a su mundo.
Lamentablemente, el primero de todos, pasaba por encontrar un puesto de
trabajo... y en fin, aquí estoy, al final lo encontré. Es un trabajo
estúpido, pero por lo visto, alguien tiene que hacerlo. Paso unas seis
horas al día pisando las jorobas de la gente. Con el estrés de la vida
diaria, a esta gente la joroba les crece, y aunque tener joroba es
normal y aceptado, cuando ésta crece más de cierto punto, todo el mundo
intenta mantenerla a raya. Por eso existen centros como este en el que
encontré trabajo. Sinceramente, no es una maravilla, pero comparado con
el que tenía en mi dimensión, me siento bastante realizado, y pagan
mucho mejor. No sé cuánto sería al cambio, pero he logrado pagarme un
apartamento para mi solo, algo que jamás logré en mi Tierra.
En fin... No quiero rallaros más. Mañana os cuento cómo sigue la cosa. Un abrazo, si es que todavía tengo lectores. Os quiero.
Jau.
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